Por Hugo Chinea Cabrera*
“[...] los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica
es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”
José Martí
La
vida y la historia parecen confirmar que los hombres más avanzados han
estado siempre del lado del progreso social, esto es, de la izquierda.
En
Cuba lo muestra con creces el hecho de que aquellos Iluminados,
devenidos Patriotas, cuando las ideas y los movimientos políticos a los
que se habían asociado interpretando el interés nacional no funcionaron,
tomaron la vía de las armas. De Céspedes a Martí, de Martí a Fidel
Castro, abiertamente de izquierda.
El hecho se repite, esta vez por la vía es electoral, a escala de nuestra geografía latinoamericana.
No
pocos en el mundo nacieron en cunas de oro y renunciaron a sus riquezas
y a su clase e interpretando la voluntad de sus pueblos pusieron sus
destinos del lado de los más pobres y desvalidos, de las mayorías, es
decir, de la izquierda.
Con
independencia de las adscripciones teóricas a las corrientes de
pensamiento y de asociación, todo hombre progresista, por definición, es
un hombre de izquierda.
Estar hoy con las mayorías es ser de izquierda.
Hoy
la izquierda es más visible que nunca debido a la existencia de una
tecnología que permite la difusión de pensamientos y acciones con la
rapidez del segundo. También identificar aquellos que de tanto girarla
se da la mano izquierda con la derecha; y a los de la derecha, con toda
la gama de matices, de moderada a ultra.
En
esta especie de selva mediática contemporánea en la que va y viene el
concepto de derechas e izquierdas, se debate el enfoque de los derechos
humanos.
Convenientemente,
la derecha global ha creado sus instituciones para tutelar y juzgar, a
su antojo y conveniencia, cómo se cumple en cada país, excepto en los
suyos propios: la Europa y el Imperialismo yanqui en crisis, los
sacrosantos derechos humanos.
Los
enemigos de la Revolución cubana mantienen una movilización permanente
en su empeño por desacreditarla, y los derechos humanos es uno de sus
caballitos de batalla.
Por
eso, cuando fabrican un truco novedoso o surge algún desacostumbrado en
Cuba, se lanzan con todos los hierros, mueven sus peones, saturan los
medios con campañas de falacias y medias verdades, e incluso sorprenden
en su buena fe a personalidades no suficientemente al tanto de la vida
social y política del país.
Esa
filosofía de la derecha contra Cuba consiste en ver siempre sólo
manchas, nunca los empeños del país, pobre, bloqueado por cincuenta
años, que sobrevive a brazo partido en la lucha por su soberanía, se
reforma para bien, colabora desinteresadamente con otros pueblos y cuya
virtud más universal es, precisamente, el cuidado por la vida.
El principal derecho humano del hombre es su derecho a existir, derecho por demás sin el cual ningún otro tendría sentido.
Sería
demasiado pedir a los medios, blogueros contra y adláteres, afectos a
la derecha, enjuiciar gobiernos y figuras responsables por los
apaleamientos contra hombres y mujeres que protestan defendiendo sus
derechos arrebatados por el capital financiero internacional en las
capitales de los países más industrializados de Europa y de Estados
Unidos, o por la reacción que en diferentes países asesina dirigentes y
periodistas honestos cuyo único delito es defender a sus conciudadanos
de la ilegalidad y la barbarie.
Parece
ser que la familiaridad cotidiana de tales y tan numerosos crímenes no
son noticias suficientes como para hacer cruzadas a favor de que cese el
terror en el planeta por parte de los poderosos. En cambio basta que
ocurra algo desusado en Cuba para que truenen las famosas siete
trompetas de los siete sacerdotes de Jericó.
Asociado
inicialmente a las revoluciones burguesas en Inglaterra y Francia
durante los siglos XVII y XVIII, y a sus corrientes de pensamiento
respecto al papel del Estado, el gobierno y su relación con el individuo
y la sociedad, el término Derechos Humanos, ha incorporado notables
aportes a los derechos constitucionales, algunos de ellos recogidos en
prácticamente todas las constituciones de los Estados modernos.
Corresponde
a Hobbe, Locke, Rosseau y Montesquieu el impulso fecundo. Luego del
holocausto nazi y de la creación de las Naciones Unidas, los Derechos
Humanos han adquirido total representación y validez universal.
Cuba,
que cumple crecidamente con los Derechos Humanos consensuados en los
documentos respecto a la vida, la educación, cultura, trabajo, y otros
derechos pertinentes, se inscribe, consecuentemente, en lo que los
especialistas consideran en la actualidad Tercera Generación de los
derechos humanos.
Tal
concepto trata de la inclusión de materias globales vinculadas con la
colaboración, la paz, el medio ambiente, el desarrollo y otros, que por
su naturaleza supranacional demandan una adecuada interrelación de
países y en cuya práctica concreta Cuba incursiona desde hace muchos
años.
Como
un juicio de consenso latinoamericano, y más allá, el ex presidente de
Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, se refirió recientemente a Cuba,
calificándola como el país “especialista en colaboración”
Cuba no es perfecta. Hoy está enfrascada en su perfeccionamiento económico, institucional y político.
En
cambio es una sociedad que ha dejado bien atrás aquella herencia de
los que con las manos en los bolsillos buscaban trabajo para librar el
sustento del día y el hambre, el hambre de verdad, que campeaba por sus
respetos; donde estudiar era un verdadero dolor de cabeza, mucho más
acudir a un médico, atenderse un dolor, una infección, una simple
operación, sacarse unas piezas dentales y dejar la cajetilla sin dientes
para cuando se pudiera hacer una prótesis, un día de éstos, “cuando
hubiera dinero”
Es
aquél mismo país de los tiempos muertos en el campo y de los desalojos,
de los bohíos destartalados, de los niños llenos de parásitos, de la
guardia rural, del plan de machete, del robo al erario público, de la
politiquería y la corruptela, de la ausencia absoluta de esperanza en el
futuro…
Es
el país de los que saben leer y escribir y fundar una pedagogía
inédita, el “Yo, Si Puedo”, un sistema para la enseñanza de analfabetos
que ya da la vuelta al mundo sembrando libertades en millones de seres
humanos que despiertan al saber y a la vida civilizada. Y donde la
investigación científica y sus resultados crecientes están dispuestos
para el bienestar y salud de todos los ciudadanos del mundo, incluyendo a
los norteamericanos, fomenta la Escuela de Medicina Latinoamericana
-que se expande por todo el continente-, y no por latinoamericana y
científica tiene el prestigio que tiene sino por ser, al mismo tiempo,
expresión de una ética nueva, cimentada en la consagración profesional,
humanista, solidaria, desinteresada e internacionalista.
Es el mismo país donde Virgilio Piñera escribió y envió aquella memorable carta a Fidel:
“Utilizando
una locución popular, nosotros, los escritores cubanos somos “la última
carta de la baraja”, es decir, nada significamos en lo económico, lo
social y hasta en el campo mismo de las letras. Queremos cooperar hombro
con hombro con la Revolución, mas para ello es preciso que se nos saque
del estado miserable en que nos debatimos. ¿Quiere usted un ejemplo
entre muchos? Cuando un escritor cubano se dirige al director de un
periódico a fin de que este le publique un artículo, la más de las veces
obtiene rotunda negativa y hasta es tildado de raro. Y si acaso es
complacido, que ni piense por un momento que su trabajo será pagado.
Esta es la verdad y esta nuestra situación. Si como usted ha dicho, el
cubano es muy inteligente y si nosotros somos lo uno y lo otro, es
preciso que la Revolución nos saque de la menesterosidad en que nos
debatimos y nos ponga a trabajar. Créanos, amigo Fidel: podemos ser muy
útiles.1 (Diario Libre, sección Arte y Literatura, 14 de marzo de 1959,
p.2)
El
mismo donde no había centros e instituciones para el estudio y
desarrollo del talento artístico al alcance de todo ciudadano. Ni
eventos de alcance mundial en las artes y las letras, ni Premios
Nacionales de Historia, Ciencias Sociales, Edición, Artes Plásticas,
Literatura, Teatro, Televisión, Radio, y más…” Era, vamos a ver…”, el
país de la indigencia.
Es
hoy otra Cuba. Aquél pasado ya, definitivamente, no convive con
nosotros, pero puede, ¡cómo no!, regresar en las banderas de los
reconquistadores, de una derecha aberrada y aberrante para la cual el
principal derecho humano es el suyo propio.
Pareciera
que el signo de estos Tiempos de Revolución tiene la complejidad
política de la simpleza: de la Derecha o de la Izquierda.
*Sociólogo cubano; ejerció como periodista y dirigió algunos órganos de prensa nacionales fundamentalmente en su arista cultural. Jurado de diversos premios e instituciones culturales, significativamente podemos señalar el Premio Casa de las Américas. Durante casi una década, dirigió la Sección de Cultura del Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central. Parte de su obra narrativa ha sido publicada en antologías cubanas, latinoamericanas y en otros países. Recientemente obtuvo el Premio de Teatro del Concurso Literario Benito Pérez Galdós, auspiciado por el Gobierno de Canarias y la Asociación Canaria de Cuba.Imagen agregada RCBáez
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